Nos despedimos del hotel Maske, empezamos una zona rompe piernas, pasando por pequeñas urbanizaciones y casas, hasta que de repente nos metimos en el bosque y había que subir durante un rato y llegamos a una especia de mesta alta donde bordeamos un pequeño desfiladero para luego volver a bajar. Las vistas eran bonitas y allí en lo alto había un conjunto de casas, pero sin un lugar atractivo para parar a comer o tomar algo, así que continuamos hacia la bajada.
Y allí en el valle de abajo, descubrimos una zona donde “curan” los árboles que cortan para sacar madera, resulta que los cortan y apilan y los riegan para que con esa humedad no se sequen tan rápido y se hagan más rígidos, curiosa técnica. Por supuesto que las niñas se dedicaron a pasar por la zona de aspersores para refrescarse.
Después de un rato de calor y pedaleo, más o menos cerca del destino, ya con hambre, subiendo una cuesta y entrando en las afueras del pueblo, nos encontramos de frente con una caseta autoservicio de refrescos, helados y cervezas frías a la sombra, con banquitos y mesitas, un placer hacer una parada así.
Continuamos hacia Boondorf, con la idea de comer, pero llegamos tarde y nos quedaba únicamente el súper, que además era restaurante y tenía unos menús estupendos, donde tomamos d postre una estupenda ración de la autentica tarta de la Selva Negra.
El pueblo era una calle, nada que ver, feo, desabrido, así que después de comer aprovechamos e hicimos el súper para cenar y desayunar, tenía barra de sushi, así que venga, marchando una de cervezas, ensalada, fruta, huevos y fiambre.
Las niñas jugaron fuera y nosotros tomamos unas cervezas con platica, súper agosto todos. Después cena sushi y ensalada, nos daba pena no poder disfrutar mas días de este sitio, pero pues mañana nos toca subir esas cuesta que bajamos para llegar aquí solo pensarlo nos dejaba cansado.
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