Y llegamos al penúltimo día del viaje, en el que había que darse una palicilla de 500 kilómetros hasta Mérida, para quedarnos cerca y tomarnos el ultimo día con calma, llegar a descargar a casa y llevar las autocaravanas a entregar sin sobresaltos ni recargos.
Así que trazamos la ruta en Google y nos pusimos manos a la obra. Pero Google nos hizo una de sus típicas rutas, o bien mas corta o bien sin tráfico, pero la cosa es que nos llevo por unas carreteras estrechas, sin arcén y atravesando pueblos minúsculos, pero sin tráfico eso sí. Paramos en una gasolinera y había 36 grados, nada que hacer, continuamos hacia Mérida.
De camino, habíamos leído que Evora era muy bonito y merecía la pena, así que nos desviamos a verlo. Que chulada de ciudad, de piedra, peatonal, con muchas calles y edificios magníficos, donde se respiraba ese aire bohemio portugués, me encanto, merece la pena volver y verla con calma.
Mientras tanto tocaba pisar el acelerador para llegar a cenar y al parking antes de que cerrara, los demás no quisieron parar en Évora así que al llegar a Mérida nos tocó llegar a “La mesa puesta” a cenar directamente, eso sí, previo pase por el parking de caravanas que para poder entrar no me acuerdo qué no conseguía encontrar el señor... y puf, el restaurante donde estaban nuestros amigos estaba por cerrar... un poco de estrés en la situación pero al final ¡todo fluyo!.
Besos y abrazos,
Laia, Mei, Tami & Dani
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